Hoy quiero contarte lo que puede ser un acercamiento hacia una etnografía en un centro comercial.
Más que una etnografía en un centro comercial sería una descripción de lo que sentía en aquel lugar.
Resumen
ETNOGRAFÍA EN UN CENTRO COMERCIAL
Cuanto ruido hacía en este lugar.
Miles de personas hablando a la vez, era un murmullo incesante en mi cabeza.
Pitidos y más pitidos se oían cada vez que las personas atravesaban la frontera entre el consumo y el flujo de tránsito.
El tránsito fue estudiado desde el momento que erigieron aquel lugar.
Expertos decidían por donde tenía que pasar y cuales eran los lugares estratégicos para que picara y pasara la frontera ruidosa y vigilada por una persona encargada de que nadie de aquel lugar pudiera salir sin pasar por caja y de comprobar a través de la imagen de las personas si una persona era adecuada para entrar en ese lugar.
EL CAMINO DE LA ILUMINACIÓN
Desde el momento que entré todo me parecía increíble.
Era un sábado por la tarde, a eso de las cinco, temerosamente entré en aquel lugar con un colega.
El aire que se respiraba era producido por las máquinas.
La temperatura era agradable pero el ambiente horrible.
Mirara a donde mirara veía gente transitar.
¿Cómo era posible que en este lugar cerrado hubiera más gente que en la calle?
Y más sorprendente aún, ¿Cómo era posible que hubiera tantos niños con sus familias paseando, divirtiéndose, lleno de gente y con pitidos estridentes que no paraban de sonar?
LA VIGILANCIA OMNIPRESENTE
Miré hacia el techo, había más cámaras que bombillas observando el lugar.
Todo era observado desde arriba, el control era constante, mirases donde mirases había una cámara enfocándote.
Mientras paseaba pude observar como tres chicos tenían problemas para entrar.
Eran diferentes a las demás personas que transitaban.
Eran “mochileros”. Con sus mochilas enormes y con la casa a cuestas hablaban con una persona encargada de la seguridad que les impedía el paso.
A los dos minutos los tres mochileros eran superados en número por los vigilantes de seguridad. Ahora había siete vigilantes impidiendo el paso a los mochileros.
Tras esta observación me sentía mal.
Yo no tenía problemas para entrar allí.
A mi nadie me cuestionó si era idóneo para entrar. Yo era “normal”.
Afiné los sentidos, agudicé la vista hacía las manos de las personas que transitaban el lugar, agudicé el oído y oí el sonido del cambio.
Monedas, billetes, tarjetas de crédito pasando por las lectoras para intercambiar dinero por objetos o servicios. Los pitidos eran cada vez más ensordecedores.
Vi como a una persona le registraban las bolsas de su compra al salir de un local. Llevaba bolsas con el mismo logo de la tienda, por lo que supuse que había comprado algún artículo, ahora el vigilante le registraba porque una máquina pitó.
Pensé en no entrar.
Desde el primer momento te observan desde las cámaras, al entrar a la tienda tienes que atravesar la frontera de la máquina que pita y al salir puede que te registren y ver invadida tu intimidad después de haber consumido te tratan como a un ladrón.
Supongo que ya sabrás donde me encontraba.
En un centro comercial.
LOS CENTROS COMERCIALES, UN LUGAR PARA LA ETNOGRAFÍA EN UN CENTRO COMERCIAL Y OBSERVAR AL HOMO-ECONOMICUS
Es el lugar donde se puede observar al ser humano en su esplendor como un homo-economicus.
El hommo economicus expresa una forma de ver el comportamiento del ser humano. Suponer que es persona racional, capaz de decidir y actuar. Que tiene conocimiento y que persigue lograr beneficios personales siguiendo principios de menor esfuerzo y mayor logro.
Me impresionó ver la cantidad de familias que veía, madres, padres, abuelas, hijos, nietos, etc…
El centro comercial era un centro de ocio para las familias.
Pensé, si trabajo de lunes a viernes, ¿qué haría en mi día libre? ¿ir al centro comercial a gastarme la semana de rendimiento de trabajo? Es como un sistema, un circuito cerrado, un pez que se muerde la cola, trabajar para consumir.
LA RULETA DE LA FORTUNA Y LA CRIANZA DE MÁS HOMOS-ECONOMICUS
¿Qué pasará con estos niños cuando crezcan?
¿Irán al centro comercial a pasar el fin de semana?
Los centros comerciales, además de ser espacios de consumo, son también espacios de ocio.
Bares, recreativos, peluquerías, guarderías. Lo de las guarderías me impresionó.
Había al menos doce menores jugando en un espacio reducido, lleno de juguetes, videoconsolas y pelotas que se tiraban unos a otros mientras el monitor les regañaba.
Ahora los padres dejan a los niños en estos cercados para ir tranquilos de compras sin que el niño les moleste.
Que listos son, si los padres van solos, sus niños no se impacientarán y podrán consumir sin la molestia de sus hijos, lo cual hará que puedan consumir sin prisas y más.
Hacer una etnografía de los centros comerciales tiene que ser muy interesante, pero no sé si aguantaría la presión y la tristeza que me producen los centros comerciales.
Me parece que es un sentimiento generalizado, que para algunas generaciones y clases es la sensación estar en aquellos lugares sin cuestionar, en mi caso soy integrante de una familia tradicional nuclear (esposa e hijo), en el cual no dejo de preguntarme como es la maquina de reproducción simbologica de «ir al centro comercial» o ir «por un heladito». Estas ideas me parecen que son implantadas por performance y el marketing en el cual la cultura juega un papel relevante, en este caso de un determinado numero de individuos que se les da la «libertad» para ir a estos lugares debido a que somos «razonables» a la hora de consumir.
Gracias por tu comentario, obviamente lo que dices es cierto y no todo el mundo actua y se comporta igual en un centro comercial. En el post hablo de una forma generalizada sin profundizar en las mil y una maneras de vivir la cultura de lo económico en un centro comercial. Un saludo.
Uff, me siento demasiado identificada con esto. Huyo de esos sitios todas las veces que puedo. Si piso un sitio de éstos es porque de vez en cuando voy a las salas de cine que hay en esos grandes centros comerciales. Y la verdad es que cuando necesito ir porque tengo que comprar algo en concreto observo que esté siempre lleno a reventar, aunque en la calle haga un día precioso para estar al aire libre paseando o disfrutar de otro tipo de aficiones. Me da la sensación de que la gente, sobre todo padres con niños, van a esos sitios a pasar la tarde en plan ocio y consumo, en lugar de ir a «hacer la compra». Es algo que no me molesta pero me choca bastante.
Hola Sevillana!!! Compartimos similitudes cuando entramos en un centro comercial 🙂
Gran verdad! Demasiado triste…..
Un abrazo Consolación
Tengo que reconocer que de los 25 a los 35 fui una mallrat que distraía abundantes fones de semana tanto en los centros comerciales de la corona metropolitana de madrid como en los pequeños centros comerciales de barrio, hoy próximos a la extinción. Así es como yo, que había vivido siempre en el centro de madrid, descubrí las periferias obreras y de clase media…
Irónicamente, me sale un anuncio de mediamarkt en este artículo?
🙂