El etnodesarrollo y las reivindicaciones étnicas e identitarias se articulan muy bien a la globalización neoliberal, que aunque intuitivamente es pensada como una fuerza estandarizadora y homegeneizante , también crea espacios diferenciados, tanto excluidos como articulados a la globalización neoliberal.
La indigeneidad es una condición compartida por miles de pueblos y millones de personas en todo el mundo que, lo único que tienen en común, es su condición de ser grupos étnicos subordinados en sus territorios originarios.
Lo que diferencia a pueblos indígenas de los grupos étnicos dominantes no son componentes socio culturales intrínsecamente inferiores o superiores, más bien se trata de una posición política de subordinación de uno respecto al otro. El grupo dominante tiene el poder del Estado, y tiene la posibilidad de imponer su idioma y su sistema socio político y su cultura, que es para el caso de México la dominación del grupo mestizo sobre 56 pueblos indígenas.
Sin embargo, el factor étnico, que hasta entonces había estado invisibilizado, se convierte a partir de los ochentas y noventas en el principal factor de movilización de las luchas políticas de América latina. Asistimos desde hace 30 años a un proceso de reinidianización, refuncionalización y reinvención de las identidades. Así, se comienza a desplegar estratégicamente la identidad indígena en detrimento a la campesina, se vuelve más “rentable” lo indígena que lo campesino, conlleva más posibilidades y derechos.
Esto nos ha llevado, como nos dice Araceli Burguete, a que hoy lo indígena sea beautiful, hoy el tiempo histórico es el tiempo de los pueblos indígenas, hoy es un tema que está moviendo la agenda internacional.
Las reivindicaciones identitarias han desplazado, en cierta medida a las amplias luchas sociales, obviamente esta fragmentación es conveniente a muchos gobiernos. Así, el reconocimiento de la diversidad étnica/cultural y la autonomía son ensambles del Estado Neoliberal; por tanto, a diferencia del Estado-Nación, el Estado Neoliberal sí ha dado respuesta a las reivindicaciones étnicas e identitarias, esto mediante mecanismos como las políticas de reconocimiento, las autonomías y el etnodesarrollo.
En el Estado neoliberal, la cultura y la etnicidad son las dimensiones que los indígenas tienen a la mano y ponen en la mesa para negociar políticamente, despliegan su “otredad” estratégicamente.
Sin embargo, no se pueden considerar al entodesarrollo y a las políticas de reconocimiento y autonomía como graciosas concesiones de los gobiernos nacionales y supranacionales, sino como respuestas a la movilización y reclamos de los “otros”.
Son conquistas de los movimientos reivindicativos étnicos e identitarios, que se han dado en el marco de la reforma del Estado, de un proceso de descentralización política y democratización nacional, así como en un contexto histórico mundial receptivo y donde hay más posibilidad de que estos movimientos sean más visibles. También hay que decir que tanto las políticas de autonomía como el etnodesarrollo han sido en alguna medida cooptadas, apropiadas y despolitizada por distintas instancias tanto de los Estados como de organismos supranacionales.
Muestra de esto es el enorme capital simbólico que los pueblos indígenas tienen y el cual es estratégicamente explotado por quien pueda `entrar en la foto´; es decir, es tan rentable para un gobernador o el presidente tomarse la foto en traje de mando chamula o rodeado de lacandones, y da tan buena imagen para el turismo y la conservación el uso de la indigeneidad, que cualquier concesión(acotada) en términos de reconocimiento, autonomía y etnodesarrollo `sale barata´. Lo anterior sobre todo cuando resulta que estas políticas tienen la consecuencia perversa de atomizar las identidades y despolitizar las luchas reivindicatorias.
[i] El Etnodesarrollo es “la capacidad de un grupo étnico para gestionar autónoma y autogestivamente su proyecto de desarrollo” (Valencia, 1998:126).Este texto ha sido escrito por Oswaldo.