Llevamos una vida acelerada, marcada por la banalización de la cultura y un consumismo acérrimo. En nuestra «apresurada cotidianeidad», la atención rara vez tiene tiempo para detenerse en los temas importantes, por lo que corremos el grave riesgo de perder nuestra sensibilidad ante los problemas de los demás. Solo las celebridades y las estrellas mediáticas pueden esperar ser tenidas en cuenta en una sociedad extenuada por la información sensacionalista y sin valor.