Hoy puedo decir con “orgullo” que he logrado mi plena desintoxicación Antropológica tras el big bang antropológico que me produjo estudiar antropología.
Si llevas siguiendo este blog sabrás de lo que te hablo, de esas etapas por las que pasa un estudiante de antropología qué he compartido escribiendo artículos de cómo me sentía en el transcurso de mi aprendizaje antropológico.
Al escribir y compartir esos sentimientos en público a través del blog, me he encontrado a través de comentarios, mensajes que habéis enviado y en redes sociales, que mis sentimientos compartían mucho en común con otras personas que también se han sentido identificadas con lo que escribo.
Este blog nació por una necesidad un tanto extraña de compartir lo que iba aprendiendo conforme iba estudiando esta bella ciencia que se encarga del estudio de las culturas y sociedades entre otras labores, que ya es mucho.
Ya sabemos que la antropología toca varias ramas y la que yo estudiaba era la social y cultural, digo esto porque a veces me olvido que existen otro tipo de antropologías igualmente importantes para el conocimiento del ser humano.
Resumen
EL BIG BANG ANTROPOLÓGICO
Como ya he comentado en anteriores artículos, el choque cultural que me produjo la antropología cuando comencé a estudiar fue tan brutal que me invadió una especie de pesimismo consciente al ver y conocer que lo que me rodeaba era fruto de un mecanismo que yo poco podía controlar.
Me sentía mal conmigo mismo.
Era como que de buenas a primeras, analizaba todo lo que me rodeaba, me hacía a mí mismo como una especie de psicoanálisis cultural, de mi procedencia familiar, de mi propio comportamiento con las personas, de cómo rechazaba aspectos humanos que antes ni me había planteado y que eran fruto de mi proceso de endoculturación, de cómo había aprendido e incorporado en mi psique ciertos comportamientos acompañados de pensamientos que la antropología se encargó de destruir tras darme a conocer como se habían producido, dando paso a un proceso de des-identificación (por llamarlo de alguna forma) y por no decir al abismo de la locura por no saber en qué me había convertido, cual sería mi camino o qué cosas haría en un futuro para detener ese pensamiento pesimista que me invadía y que llevaba un peso de culpa.
La antropología me produjo un big-bang incontrolable que daba paso a algo nuevo que no sabía muy bien como describir. Fue como una explosión necesaria que tenía que dar paso a algo nuevo en mí, algo como si tuviera dentro y tuviera que expresar al mundo.
Yo lo defino como mi propio big bang antropológico.
EL HEDONISMO ANTROPOLÓGICO
El big-bang que produjo en mi cabeza el acercamiento a la antropología vino cargado de un fuerte hedonismo antropológico.
Haciendo un resumen más de mi historia con mi amada antropología que la conocí en el 2010, no fue hasta el 2012 cuando comencé a estudiar en la universidad la carrera de antropología.
A los dos años de estudiar antropología en la universidad se me ocurrió escribir en el blog para desahogar mis emociones reprimidas.
Por aquel entonces trabajaba como funcionario.
Un funcionario que a la par que estudiaba antropología se iba dando cuenta de ciertos espejismos que cuando uno lo ve desde fuera nada tiene que ver con lo que pasa dentro, como bien saben y conocen los autores de LA SONRISA DE LA INSTITUCIÓN un libro que me causó gran impacto porque a través de un trabajo etnográfico las antropólogas y antropólogos que escribieron el libro demostraban tanta exactitud en su trabajo que me daba hasta miedo.
Una vez más, viví en mis propias carnes el poder transformador, de conocimiento y de visión holística que tiene la antropología.
En el 2014 empecé a escribir en el blog y al principio mis artículos daban pena. No es que ahora valgan mucho más que los de hace cuatro años pero, algo he mejorado.
Era la primera vez que escribía en un blog y como el Antropólogo Principiante siempre ha estado en el anonimato me ha ayudado a decir lo que me diera la gana sin que se me relacione personalmente con el blog y con la identidad del Antropólogo Principiante en mi vida personal.
De hecho en mi vida personal muy poca gente conoce que escribo en un blog de antropología y es porque no quiero que me tachen de raro o de paranoico al escribir cosas que a veces cuando las vuelvo a leer me da la sensación de que se me va la olla.
El blog me flipó y mucho. Cuando comencé a ver que lo que escribía interesaba a la gente, lo comentaban e incluso participaban en algunas encuestas que realizaba me animaba a seguir escribiendo en el blog.
Mi hedonismo antropológico viene marcado en un momento en que me creí que iba a ser el mejor antropólogo del mundo. En mi cabeza pensé que con el blog lo iba a petar, que sería un gran antropólogo, que tenía ventaja sobre otras antropólogas que no las conocían ni el tato y que yo gracias a mi blog me haría un súper antropólogo, en mis manos tenía el poder de la comunicación.
Hubo un momento que ya no escribía artículos para desahogarme con el mundo, si no que escribía artículos porque sabía que iban a causar polémica en los entornos virtuales en los que me encontraba.
El blog fue cogiendo un tinte demasiado sensacionalista en el que ya no lo usaba como un desahogo en mi cabeza, si no como un sistema de placer para que la gente me diera likes en Facebook, compartieran mis contenidos, me siguieran en Twitter o simplemente para que me leyeran.
Me causaba placer el escribir y ver que la gente me animaba a seguir escribiendo. He de reconocer que a día de hoy me sigue dando placer pero en otro nivel, con otra perspectiva más relajada, sin creerme que voy a ser el mejor antropólogo del mundo.
Mi experiencia como bloguero me flipó cuando le hice una ENTREVISTA A UNA ANTROPÓLOGA EN LA LUNA, o a RUBEN BLASCO DE ANTHROPOLOGIES, tomar contacto con los compis de ANTROPOLOGÍA 2.0 o de HIPOPOTESIS, o incluso aparecer en varias web entre ellas la de la ASOCIACIÓN DE ANTROPOLOGÍA DEL ESTADO ESPAÑOL, sin ni siquiera ser asociado.
Todo esto me daba placer, así que lo mejor era pararse a pensar si quería que el blog siguiera creciendo y yo con él, o dejarlo apalancado como me pasó hace unos años cuando anuncié mi despedida.
BYE BYE ANTROPOLOGÍA. ADIÓS AL SUEÑO DE SER ANTROPÓLOGO
Hace dos años que dejé los estudios de antropología y apalanqué mi sueño de ser el mejor antropólogo del mundo, cosa difícil porque creo que nunca llegaré a usar el lenguaje que usan los antropólogos.
Me di cuenta que muchos antropólogos a los que conocí provenían de clases sociales de esas que llamamos altas, de nivel elevado, que tuvieron un acceso fácil a la universidad y pudieron y tuvieron más posibilidades de llegar a esa esfera de poder antropológico y que una vez obtenido te miraban por encima del hombro, cuando su poder erradicaba de dónde provenía y no a donde había llegado.
Otros antropólogos, aunque provenían de familias adineradas estaban a pie de cañón luchando por el pueblo, por las personas, por las culturas, que a fin de cuentas desde esa posición es en la que me incluyo.
Yo quería ser antropólogo por una antropología aplicada a proteger a lo diferente en contra de lo omnipresente que da cabida a la erradicación de lo inferior, del contrario al otro, del raro, de lo que se intenta ocultar y que necesita ser visible para estar presente.
Otros antropólogos que conocí, intentaban ganarse la vida encontrando su lugar, su misión, su trabajo de campo y mal viviendo por culpa de proyectos que nunca se consolidan o que necesitan de una mano eléctrica para que puedan ser llevados a cabo.
Es ahí donde me planteé dejar de estudiar antropología, me desanimé y mi consciente pésimo me decía que tenía que dejar mi puesto como funcionario que me consumía por dentro por no estar de acuerdo con mi posición de antropólogo principiante y mi trabajo, un choque que resolví dejando mi trabajo para dedicarme a otros quehaceres que nada tuvieran que ver ni con el funcionariado ni con la antropología.
NUEVAS FRONTERAS, EL EMPRENDEDOR SUMERGIDO EN LA BURBUJA CIBERNÉTICA.
Decidí dejar mi trabajo para ser emprendedor. Una nueva moda de desempleados que buscan una forma de ganarse la vida.
Tras la crisis acontecida en estos últimos años y de la cual parece que nos hemos acostumbrado a vivir, surgió una nueva figura en el mercado laboral que sufrió una boom que está a punto de explotar si es que no ha explotado ya.
Las nuevas generaciones tras ver que el mercado laboral no les ofrece oportunidades para dedicarse a aquello que han estudiado tienen varias opciones.
- Trabajar en un trabajo precario que nada tiene que ver con lo que han estudiado, a cambio de un salario mínimo.
- Migrar a otro país en busca de trabajo.
- Hacerse emprendedor y entrar en una burbuja que ha estallado a causa del acceso a internet y las facilidades que te dan para crear negocios como si de churros se tratase.
Mi proceso de emprendimiento vino marcado por el blog de El Antropólogo Principiante.
Tras ir adquiriendo conocimientos en el blogging, en la creación de mi web, de las redes sociales y demás herramientas digitales que acompañan a este blog, decidí formarme en Comunicación Digital ya que me gustaba y podía ir aplicando el conocimiento en mi blog.
De aquel curso de comunicación digital quise ser community manager, luego social media manager, después me di cuenta que me vi sumergido en un trabajo que era suplantado por los boots y los medios de pago en publicidad, por lo que tuve que cambiar la honda para terminar ayudando a otros emprendedores que quisieran conocer qué herramientas digitales pueden usar si quieren ser emprendedores y ganarse la vida de sus sueños.
Es el pez que se muerde la cola y sigue creando desempleo.
De aquel proyecto queda poco y he tenido que ir cambiando de labores tras la demanda cibernética que cambia a tal velocidad que no queda tiempo ni de actualizar conocimientos, porque cuando ya has aprendido algo, sale algo nuevo que tienes que volver a aprender, justo lo que pasa con la enseñanza pública, que está desfasada por culpa del ritmo tecnológico que no da tiempo de asimilación del conocimiento.
LA DES-INTOXIFICACIÓN COMPLETADA
Como ya conté en el post en el que me sentía un adicto a la antropología y como esta me iba intoxicando por dentro y por fuera para dar paso a un proceso de “Des-antropologización” puedo decir que adía de hoy la antropología la mantengo como un recuerdo que se va desvaneciendo poco a poco en el pasado.
Es como un proceso completado en lo que todo lo que he aprendido como Antropólogo Principiante va quedando en un pasado cada vez más lejano.
Ya no aplico la mirada antropológica a todo lo que veo, ni me rallo con los comportamientos de las personas en su entorno cultural, ni me pongo las gafas antropológicas todo el tiempo.
Ya no reflexiono en mi día a día, no me rallo por las injusticias que yo creo que son injustas. No me preocupo por mi situación laboral, porque ahora soy medio “nini”.
No quiero ser un gran antropólogo, más que nada porque tendría que pasarme media vida en la biblioteca fumando textos antropológicos.
No me preocupa tener un grado universitario terminado porque veo que con ello tampoco mi vida va a cambiar mucho.
No me creo un activista, que nunca lo he sido, aunque a veces he pensado que iba a cambiar el mundo.
No me veo haciendo una etnografía en una cultura exótica a la mía, porque de eso cada vez queda menos.
En definitiva, una vez más, mi identidad cambia, porque los acontecimientos cambian, la vida fluctúa, unos van y otros vienen y sobre todo, lo que impera ahora mismo como felicidad máxima e individualizada es el vivir en el ahora.
En el siguiente artículo, si lo escribo, lo titularé:
“LA MIERDA DE VIVIR EN EL AHORA” en el que me pondré de ejemplo de cómo las literaturas del coaching me han llevado a vivir en el ahora como cual millenian feliz, sin trabajo y sin estudios antropológicos.
Ahora por suerte he pasado de ser un cerdo amargado a volver a ser un cerdo feliz gracias a mi des-conexión con la antropología aunque la antropología no tiene toda la culpa sino yo por intentar echarle la culpa.
Si sigo escribiendo en este blog es porque volcar todo lo que pienso me ayuda a encontrarme y conectar de nuevo con El Antropólogo Principiante.
Me alegro, sigue así, campeón 🙂
No te agobies, hoy todo está de moda, incluso tener muchos grados universitarios, y ese buen afán de ‘seguir formándonos’, porque se supone que nos ayuda a autorealizarnos como seres humanos, con el ofrecimiento de un servicio a la comunidad. Qué te voy a decir yo, que tú no sepas.
Es un no parar, yo he optado por seguir formandome en diferentes áreas que no tienen nada que ver la una con la otra, cuando el mercado te dice que te «hipermegaespecialices» en algo, yo hago lo contrario…